La derrota ante los Dolphins el pasado domingo fue la estocada final a una de las dinastías más longevas y exitosas en la historia de la NFL. Pero claro, esto no ocurrió de un día para el otro, aunque si fue mucho más rápida y dolorosa que en otras ocasiones. ¿Por qué se acabó la era dorada de los New England Patriots?
Los Patriots sólo se perdieron los playoffs dos veces durante el siglo 21, así que cuando el tropiezo del último fin de semana los dejó con un récord de 6-8, es natural exagerar y sobreactuar acerca de la caída del imperio de Bill Belichick. Pero si la historia algo nos enseña es que dichos imperios nunca mueren en un día y New England es una franquicia que viene derrumbándose desde hace un par de años.
La NFL utiliza un sistema en el cual las dinastías no deberían existir. El tope salarial previene que las franquicias puedan armar súper equipos y el draft destina sus mejores jugadores a las peores organizaciones. Los Patriots son un equipo que debería haberse derrumbado hace una década por lo menos, pero el gran Bill siempre encontraba formas de ganarle al sistema y, muchas veces con migajas, lograba construir un conjunto competitivo y ganador.
Durante años encontraron talento en jugadores descartados por terceros que tenían potencial para funcionar bajo su sistema. Belichick los traía, los formaba, les daba un rol en el que se podían destacar, los hacía ganadores y, luego de un par de años, se los sacaba de encima. La salida de Tom Brady como agente libre hacia Tampa Bay fue la primera alarma que sonó en Boston. No solo eso, sino que New England había prescindido de los servicios de Jimmy Garoppolo (llamado a ser el reemplazante natural) y de Jacoby Brissett. Ya sin Brady, se quedaban sin un quarterback por lo menos decente para afrontar la temporada.
Belichick insinuó que tal vez Jarrett Stidham, mariscal de sexta ronda, podría ser el próximo descubrimiento y quien los llevase a la gloria de nuevo. Poco duró esa especulación ya que a fines de junio, los Patriots rescataron de la agencia libre a Cam Newton. Esto parecía un clásico movimiento de Bill: agarrar un ex MVP que supo llegar al Super Bowl 50 y devolverlo a sus mejores días, pero otra vez, ese aire de esperanza duró demasiado poco. Newton pudo mostrar destellos de su talento en los primeros partidos, pero las incontables lesiones en el equipo sumadas a varios casos positivos de COVID-19 y los numerosos jugadores que optaron por no jugar este año (fueron los que más bajas sufrieron) hicieron que todo fuera cuesta arriba. ¿Resultado? Cam volvió a ser el de los últimos años en Carolina y los playoffs, semana tras semana, quedaban cada vez más lejos.
Derrotas en manos de Seattle, Rams, Bills y Houston generaron que las críticas hacia el equipo fuesen despiadadas. El traspié contra los Dolphins, coacheados por un exsúbdito de Belichick como Brian Flores, fue el último clavo en el ataúd. Pocos fuera del reino lloraron la caída del gigante.
Los fanáticos de Buffalo esperaron a los suyos en las afueras del aeropuerto para recibirlos luego de su primer título de división desde 1995. Miami, Cleveland y demás franquicias respiraron aliviadas ya que el camino al tan ansiado Super Bowl ya no tendrá que pasar por la fortaleza de Foxboro. El colapso de un imperio puede resultar en una era de oscuridad pero que eventualmente verá la luz. Los Patriots volverán a ser lo que fueron y, en parte, serán ayudados por las mismas fuerzas que los destruyeron. Tomará varios años y talento joven con nuevas ideas y filosofías, pero no será imposible.
Periodista deportivo especializado en gráfica. Sigue la NFL desde el 2002 y el College Football desde 2014. Es redactor en No Huddle desde 2020.