Si pensamos en dinastías que marcaron una época en la liga, una de ellas es la de San Francisco. Caracterizada por su longevidad y altísimo nivel, los Niners ganaron cinco Super Bowls entre 1981 y 1994. Y en esta nota, vamos a hablar del principal artífice de esta dinastía, Bill Walsh.
La primera experiencia como entrenador para Walsh fue en la Universidad Estatal de San José, de donde se había recibido en 1955 como licenciado en educación física. Su primer cargo allí fue como entrenador asistente graduado, mientras trabajaba para obtener un master en educación física.
Una vez obtenido ese título, Walsh se convirtió en el entrenador de una escuela secundaria, el Washington High School, en donde estuvo a cargo tanto de los equipos de fútbol americano como de natación. Con el equipo de fútbol americano logró armar un plantel de campeonato. Eso llamó la atención de Marv Levy, una futura leyenda como HC de los Bills de Buffalo.
Impresionado por las cualidades de Walsh, Levy, quien había sido nombrado HC de la Universidad de California en Berkeley (a la que se suele conocer popularmente como California a secas), lo contrató como entrenador de receptores. En tres años en la universidad, Levy y Walsh nunca pudieron tener un récord positivo (2-7-1 en 1960, 1-8-1 en 1961 y 1-9 en 1962, lo que da una marca general perdedora de 4-24-2).
Levy se quedaría un año más en California, mientras que Walsh pasaría a ser entrenador de defensive backs en Stanford, un rival de conferencia de su viejo equipo. A las órdenes de John Ralston, estuvo tres temporadas en Stanford, donde tuvo una mejor experiencia, con récords de 3-7 en 1963, 5-5 en 1964 y 6-3-1 en 1965.
En 1966, Walsh entró por primera vez en la NFL. Al Davis, entrenador en jefe, general manager y uno de los dueños de los Oakland Raiders, lo contrató como coach de receptores. Si bien su paso por el equipo solo duró un año, fue muy fructífero. Davis lo entrenó en el sistema de su propio mentor, Sid Gillman (conocido por ser el primer HC de los Chargers, primero en Los Ángeles y luego en San Diego, entre 1960 y 1969, y un pionero ofensivo del deporte).
Al año siguiente, Walsh se convirtió en HC a los 35 años, se hizo cargo de los San Jose Apaches, un equipo que pertenecía por aquél entonces a la breve Continental Football League, una de las ligas que quiso competir, junto a la AFL, contra la NFL en la década del 60, aunque sin mucho éxito. En esa temporada, los Apaches terminaron en la segunda posición en la división del Pacífico, gracias a un récord de 8-4. El paso de Walsh por el equipo quedó trunco: los Apaches dejaron de existir antes de la temporada de 1968.
Sin embargo, Walsh ya había dejado su marca como un ganador, y gracias a ello no se quedó mucho tiempo sin trabajo, en ese mismo año, se unió a los Bengals, quienes debutaban en la AFL. A la cabeza de ese equipo estaba otro HC legendario, Paul Brown, el fundador de los Browns de Cleveland, quien fuera desplazado del equipo por el nuevo dueño, Art Modell, después de una lucha de poder.
Walsh se mantuvo como coach en los Bengals durante ocho temporadas. Entre 1968 y 1970 fue entrenador de receptores, y a partir de la siguiente temporada y hasta 1975, se hizo cargo de los mariscales. Fue durante su estadía en Cincinnati en donde perfeccionó un sistema de juego que marcó, y sigue marcando época, la ofensiva de la costa oeste o west Coast offense en inglés.
Brown se retiró como HC en 1975, y al terminar la temporada nombró a Bill Johnson, entrenador de línea ofensiva, como su sucesor. Después de esto, Walsh renunció, y en 1976 fue contratado por los Chargers para ser el coordinador ofensivo, bajo Tommy Prothro. Así, Walsh volvía a su estado natal, California, del cual no volvería a irse. Sin embargo, Prothro renunciaría con cinco partidos jugados en la temporada: su reemplazo fue Don Coryell, quien también haría historia con su sistema ofensivo, popularmente conocido como air coryell.
Al año siguiente, Walsh volvió a Stanford, esta vez como su HC. En las dos temporadas al mando del equipo, consiguió récords de 9-3 y 8-4. Así, Walsh llamó la atención de un joven dueño, Eddie DeBartolo Jr., mandamás de los Niners desde 1977, que buscaba darle renombre a una franquicia que apenas había tenido tres apariciones de playoffs en la década del 70.
Con el objetivo de llegar lejos, DeBartolo Jr. contrató a Walsh en 1979 para ser su HC, además de nombrarlo su GM. La hora le había llegado para transformarse en leyenda.
En esa temporada, los Niners draftearon a dos piezas clave de la dinastía: Joe Montana (quien se mantendría por ese entonces como suplente de Steve DeBerg) y Dwight Clark. Aún así, el inicio de Walsh fue complicado. En ese año, San Francisco terminó con un récord de 2-14, al igual que en la temporada anterior. Sin embargo, los cambios ya se empezaban a notar, el equipo empezó a jugar de forma más competitiva, y Walsh prometió que la franquicia tendría éxito.
Al año siguiente, los Niners mejoraron de nuevo, pese a su récord de 6-10. Y en 1981, en la primera temporada de Montana como titular, consiguieron pegar el zarpazo: en una temporada marcada por las incorporaciones de los novatos Eric Wright y Ronnie Lott. Los 49ers obtuvieron una marca de 13-3, la mejor de la liga. En los playoffs, San Francisco venció en la ronda divisional por 38 a 24 a los Giants. Y en el juego de campeonato de la NFC, San Francisco obtuvo una victoria icónica sobre los Cowboys por 28 a 27, gracias a una atrapada espectacular de Dwight Clark (conocida como “The Catch”) en los últimos segundos. El equipo de Walsh coronó esa temporada con una victoria ajustada por 26 a 21 sobre los Bengals liderados por Forrest Gregg y Ken Anderson, mariscal estrella de Cincinnati y un viejo conocido de Walsh en el Super Bowl XVI.
Walsh no solo cumplió su promesa con la obtención de un anillo, sino que además la NFL lo reconoció con el premio al entrenador del año, reconocimiento que también obtendría en 1984. Los Niners consiguieron dos anillos más durante la estadía de Walsh, en 1984 (Super Bowl XIX, victoria sobre Miami por 38 a 16) y 1988 (Super Bowl XXIII, victoria sobre Cincinnati por 20 a 16). En ese último título, Joe Montana y Jerry Rice, drafteado en 1985, hicieron historia con una conexión de 11 recepciones para 215 yardas (récord de Super Bowl que aún sigue en pie) y dos touchdowns. Esa actuación fenomenal de Rice fue un indicio de lo que terminaría siendo su carrera. Hoy, Jerry Rice es uno de los jugadores más grandes de la historia, un título que solo Tom Brady le puede pelear, y es gracias a Bill Walsh que San Francisco pudo disfrutar de semejante leyenda.
Walsh dejaría su cargo en el equipo después de esa victoria. En 1992, volvió a ser HC de Stanford, cargo que dejó en 1994 después de una temporada 3-7-1 para retirarse como entrenador. Años después, volvería a San Francisco para estar en la gerencia, hasta su retiro definitivo en 2004.
Quería cerrar esta nota resaltando los éxitos de su paso por San Francisco. En primer lugar, Walsh tenía un ojo para el talento: las muestras de ello son las selecciones de Joe Montana, Jerry Rice, Dwight Clark, Ronnie Lott, Roger Craig y Charles Haley, todos ellos obtenidos en el draft. Salvo Clark y Craig, que de todos modos fueron jugadores muy productivos, los demás son actualmente miembros del Salón de la Fama. Además, Walsh dejó sentada la base del éxito posterior de los Niners en los años 90, al obtener a Steve Young en un trade con los Buccaneers.
Walsh tampoco se privó de conseguir a grandes entrenadores para su plantel: por San Francisco pasaron George Seifert, quien llegó a ser coordinador defensivo, eventual sucesor de Walsh y ganador de otros dos anillos como HC. Sam Wyche, coach de mariscales a cargo del juego aéreo, futuro HC de Cincinnati y miembro del equipo que perdiera con San Francisco en el Super Bowl XXIII. Mike Holmgren, entrenador de mariscales y luego coordinador ofensivo del equipo, futuro HC de los Packers y Seahawks y campeón del Super Bowl XXXI con Green Bay,Y Dennis Green, entrenador de receptores y futuro HC de Minnesota y Arizona. A su vez, sus coordinadores y asistentes fueron los mentores de otros grandes entrenadores en la liga. Por ello, y como lo muestra la foto de arriba, el coaching tree de Bill Walsh es uno de los más profundos y exitosos de la liga.
Sin embargo, su principal aporte al juego, que demuestra por qué lo apodaban “The Genius”, fue la ofensiva de la costa oeste. Mientras era entrenador de mariscales de Cincinnati, Walsh tenía que resolver un problema crucial: hacer funcionar a Virgil Carter, el mariscal titular, que no tenía un brazo potente. Para ello, diseñó un sistema que hiciera el máximo uso posible de pases cortos y rutas horizontales. De esa forma, se abrirían posteriormente los huecos para ser explotados con jugadas verticales. Con este sistema, Carter tuvo su mejor temporada en 1971, antes de perder eventualmente su puesto con Ken Anderson.
Walsh fue también un innovador en su uso de los corredores, que, en este sistema, tenían un rol preponderante. Su intención era usarlos como opciones de pase en primer y segundo down para poder conseguir yardas extra, en contra de la tendencia del momento de usarlos casi exclusivamente en el juego terrestre. Y es por eso hoy Marshall Faulk y Christian McCaffrey no triunfarían, de no ser por Roger Craig, el primer corredor en conseguir 1000 yardas terrestres y 1000 yardas aéreas.
En la actualidad, la ofensiva west coast, así llamada por un error en una nota periodística, cuando de hecho se conocía así a la ofensiva vertical desarrollada por Sid Gillman en San Diego y perfeccionada por Don Coryell, es una de las más frecuentes en toda la liga. Incluso Bill Belichick ha adoptado algunos conceptos del sistema para su uso en la ofensiva de New England. Con todo esto tenemos una idea de la magnitud de Bill Walsh en el football, y el impacto que tuvo en la NFL.
Desde hace algunos años me podés encontrar en NFL Argentina en Twitter comentando partidos, y ahora me sumo a No Huddle para aportar mi granito de arena y ayudar a convertirlo en el medio líder en el deporte. Me volví aficionado al fútbol americano por casualidad, cuando me topé con el Super Bowl XLVI mientras hacía zapping una noche de verano. Tras aquel partido, comencé a seguir a los Patriots, a quienes les tuve simpatía porque perdieron en esa oportunidad. Pensé que era una buena opción, hasta que poco después me enteré que eran los más ganadores del momento... terminó siendo una gran decisión.