Dentro del Pro Football Hall of Fame (HoF), en Canton, Ohio, se encuentran los mejores entre los mejores. Jugadores que han marcado una época, o que han llegado a cambiar la cara del deporte para siempre. Y por eso es que, como suele suceder en un salón de la fama, la entrada a este panteón del fútbol americano es muy difícil. Es la máxima meta a la que todo jugador puede aspirar. Y hay quienes entran con facilidad, porque han demostrado tener talento, consistencia y longevidad (en cualquier combinación, o a veces sin alguno de estos atributos).
Dejando de lado aquellas selecciones (o incluso las selecciones que deberían haberse realizado y no se hicieron) que son controvertidas, hay también casos de jugadores que se quedaron a las puertas de la gloria. Y por ese motivo, la Professional Football Researchers Association (PFRA) tiene el Hall of Very Good, un grupo de jugadores que, a su juicio, son extraordinarios, pero que no merecieron entrar en el HoF. Se trata de no olvidar a estos , que por una u otra circunstancia no llegaron a lo más alto, y que tienen carreras que los distinguen de los ordinarios y que no se destacaron.
Y Sterling Sharpe es, a mi criterio, uno de esos casos. Sharpe fue un jugador cuya carrera quedó trunca, ya que el destino le jugó una muy mala pasada. Sin embargo, durante las siete temporadas en los que jugó en la liga, estuvo entre los receptores más productivos y confiables de todos, como veremos enseguida.
Sterling Sharpe fue elegido en 1988, con la séptima selección global, por los Green Bay Packers. Los Packers se encontraban aún de capa caída. Estaban sumidos en la mediocridad, lejos de la gloria a la que supieron llevarlos Vince Lombardi, Bart Starr y tantas otras figuras (que están en el HoF, y con razón), pero que, como todos sabemos, volverían a disfrutar un tiempo más tarde. Por aquel entonces, los Packers no clasificaban a postemporada desde 1982 (una temporada marcada por una huelga que obligó a reducir la cantidad de partidos de 16 a apenas 9).
Al propio Sharpe le tocó la pesadísima carga de jugar en la era de Jerry Rice, el mejor receptor de la historia, y encima de todo, en su misma conferencia. Por supuesto, tampoco hubo carencia de receptores productivos en los otros equipos durante su carrera. A muchos fanáticos veteranos (dicho con cariño) no les sorprenderá recordar a receptores como Henry Ellard, Art Monk, Mark Clayton, Andre Reed, James Lofton, Mike Quick, Andre Rison, Michael Irvin y Cris Carter, entre otros. Para 1988, Steve Largent se encontraba en sus últimas temporadas. Y en ese año también hizo su debut Tim Brown. Salvo Ellard, Clayton, Quick y Rison, que tuvieron buenos números en sus carreras, los otros jugadores se encuentran en el HoF. Impresionante.
En su primera temporada, Sharpe no descolló. Sin embargo, con apenas 55 recepciones para 791 yardas y un touchdown (números que hoy consideraríamos bastante regulares), se convirtió en el lider aéreo del equipo. Eso también nos da una idea del nivel de los Packers de aquellos años. En esa temporada, los Packers, liderados por Lindy Infante (en su debut como HC en la NFL; ya había sido HC de los Jacksonville Bulls, de la USFL, entre 1984 y 1985), terminaron con un récord de 4-12.
Al año siguiente, Green Bay mejoró notablemente, aunque su récord de 10-6 no le permitiría llegar a playoffs (el mejor récord dentro de la división le permitió a Minnesota, con un récord idéntico, llevarse la corona). Y en esa temporada, Sharpe explotó: fue lider en recepciones, con 90, se quedó a solo 60 yardas de igualar en la cima a las 1483 yardas de Jerry Rice, y sus 12 touchdowns aéreos fueron la segunda mayor cantidad en el rubro (detrás de los 17 touchdowns de Rice). Ello le valió ser nombrado tanto al Pro Bowl, como compartir con Jerry Rice la selección al primer equipo All-Pro.
Sin embargo, Green Bay sufrió regresiones, y terminó con marcas de 6-10 en 1990, y de 4-12 en 1991. Durante esas temporadas, Sharpe no repitió los logros de 1989, y hasta tuvo también una merma en sus números (67 recepciones para 1105 yardas y 6 touchdowns en 1990, y 69 recepciones para 961 yardas y 4 touchdowns en 1991). Pese a ello, se mantuvo como el receptor número uno de su equipo.
En 1992, Green Bay pegó un volantazo radical: Infante dejó de ser el HC del equipo, y Ron Wolf, GM desde el año anterior, contrató a Mike Holmgren, el coordinador ofensivo de San Francisco, que se encontraba en el medio de su longeva dinastía. A su vez, Wolf, deseoso de conseguir estabilidad en el puesto de mariscal (el titular, Don Majkowski, se encontraba plagado por las lesiones), hizo el intercambio más importante de su carrera: cambió un pick de primera ronda para traer a Brett Favre, un jugador elegido en la segunda ronda de 1991 por los Falcons, pero que había quedado relegado al banco de suplentes.
Los cambios empezaron a notarse desde el principio: Green Bay terminó con un récord positivo de 9-7, pero de nuevo se quedaba fuera de playoffs al perder un criterio de desempate con los Redskins. Para Sharpe, en cambio, 1992 fue el mejor año de su carrera. En esa temporada, con la ayuda del joven Favre, se quedó con la triple corona, un logro rarísimo de conseguir para un receptor: fue lider en recepciones (108, número récord en aquél entonces), yardas (1461) y touchdowns (13). No le alcanzó para pelear por los premios mayores: Steve Young fue coronado MVP y el Jugador Ofensivo del Año, después de una temporada sensacional. Sin embargo, Sharpe se afirmó en la conversación entre los mejores receptores del momento, lo que le llevó a ser elegido al Pro Bowl y al primer equipo All-Pro.
En 1993, Sharpe tuvo otra excelente temporada (con nuevas nominaciones al Pro Bowl y al primer equipo All-Pro). Nuevamente lideró a la liga en recepciones, con 112 (rompiendo su propia marca personal del año anterior y extendiendo su récord), y quedó tercero tanto en yardas (1274, detrás de las 1503 de Rice y las 1330 de Irvin) como en touchdowns aéreos (11, detrás de los 15 de Rice y Rison). Y en 1994, fue lider de la liga en touchdowns (18) y quedó quinto en recepciones (94), aunque fue relegado al decimocuarto puesto en yardas aéreas (1119).
Sin embargo, 1994 fue el canto de cisne para Sharpe. La tragedia ocurrió en el penúltimo partido de la temporada. En ese duelo, contra Atlanta, Sharpe se lesionó en el cuello después de bloquear al safety Brad Edwards. Quedó tendido durante varios minutos antes de salir del juego. También experimentó complicaciones en el último partido, contra los Buccaneers. Al finalizar la temporada, los médicos determinaron que Sharpe debía someterse a una operación para unir dos vértebras en su cuello, que habían quedado inusualmente sueltas. Esa lesión, como desafortunadamente suele suceder con las lesiones en el cuello, puso fin a su ilustre carrera.
Hagamos una breve recapitulación de los números de su carrera: en siete temporadas, Sharpe tuvo 595 recepciones, 8134 yardas y 65 touchdowns. Fue elegido cinco veces al Pro Bowl (1989, 1990 y 1992 a 1994), y tres veces al All-Pro, siempre como parte del primer equipo (1989, 1992 y 1993). Lideró a la liga en recepciones (1989, 1992 y 1993), en yardas aéreas (1992) y en touchdowns (1992 y 1994). Fue el primer jugador en la historia en tener dos temporadas consecutivas de al menos 100 recepciones. Y sus 18 anotaciones en 1992 (empatados con los 18 de Mark Clayton, en 1984) fueron la segunda mayor cantidad en una temporada (hoy en día está solo por detrás de los 23 de Randy Moss, en 2007, y los 22 de Jerry Rice, en 1987). Consiguió, como vimos antes, la triple corona: es uno de solo tres jugadores en la era del Super Bowl en conseguir esta distinción (junto a Jerry Rice, en 1990, y a Steve Smith Sr., en 2005), y uno de apenas 11 en toda la historia (el único jugador en conseguir más de una triple corona es Don Hutson, una leyenda de Green Bay, quien consiguió cinco de ellas, y cuatro de manera consecutiva, en 1936 y de 1941 a 1944). Detengámosnos por unos minutos para dimensionar lo que significa esto: muchos grandísimos receptores han intentado y no han podido conseguir este logro único, aún más raro que un Super Bowl.
A lo largo del repaso de su carrera, hemos visto que siempre estuvo entre los receptores más destacados de su generación. Se midió, estadísticamente hablando, frente al receptor más formidable de todos, y llegó a vencerlo por completo en 1992. Esto también dice mucho del valor que Sharpe supo tener en la liga.
Si no pudo conseguir un anillo de Super Bowl, es porque no tuvo suerte con los equipos en los que jugó. No se le puede acusar de no haber dado lo mejor: jugó siete temporadas en Green Bay, en las siete fue su mejor receptor, y fue titular en todos y cada uno de los partidos de esas temporadas (112 en total). En 1989, fue responsable de 12 de los 27 touchdowns aéreos. Ya con Favre tomando las riendas del ataque, cosechó 13 de los 20 touchdowns aéreos en 1992. En 1993, fueron 11 sobre 19. Y en 1994, 18 sobre 33. Es seguro decir que Favre y Sharpe formaron una dupla temible. Y todo esto ocurrió antes de que Favre tuviera sus mejores años.
Y, por obvias razones, la ausencia de un anillo no implica no merecer el HoF: Dan Marino es la mejor muestra de ello. En este caso, Sharpe tuvo una pésima suerte. En 1996, dos temporadas después de su fatídica lesión, Green Bay volvió al éxito, superando a los New England Patriots por 35-21 en el Super Bowl XXXI. Sharpe se perdió por muy poco la consagración, que habría sellado con toda seguridad su entrada a Canton.
Tampoco se puede hablar de la falta de longevidad, un requisito que suele tenerse muy en cuenta a la hora de elegir a los nuevos HoFers: las selecciones de Gale Sayers, Terrell Davis y Tony Boselli echaron por tierra ese argumento. Y, de todos modos, Sharpe demostró con creces que merece estar en la conversación.
A esta altura, el argumento es obvio: es momento de que Sterling Sharpe esté junto a los mejores en Canton. Y es una opinión que tiene sus adherentes, voces más que autorizadas: el mismísimo Brett Favre (quien, dicho sea de paso, es un HoFer) ha dicho que Sharpe es absolutamente merecedor de recibir este honor. Y su hermano menor, Shannon Sharpe, el primer tight end en llegar a las 10.000 yardas, ganador de tres anillos de Super Bowl (dos con Denver y el restante con Baltimore) y también miembro del HoF, se refirió a sí mismo en su discurso de entrada a Canton como el segundo mejor jugador de su familia. Por último, si uno empieza a leer en Internet, descubrirá que la opinión resuena en los medios desde hace ya un tiempo. No es para menos.
Y, por si a esta altura hay todavía alguna persona que duda respecto de los méritos de Sharpe, me voy a tomar el atrevimiento de comparar su carrera (7 temporadas) con las primeras 7 temporadas de algunos receptores, todos ellos de calidad. Cada uno podrá juzgarlo por sí mismo:
Sharpe aún no ha sido elegido por la PFRA para integrar el Hall of Very Good. Me imagino que hay muchos otros jugadores de valía, cuyas carreras no conocemos o recordamos, que merecen entrar antes que él. Sin embargo, sería justo que, antes que integrar aquél grupo de jugadores, los votantes de Canton decidan que Sterling Sharpe merece ser parte del HoF. Ya es miembro de dos salones de la fama: el de los Packers y el del fútbol colegial. A pesar de la adversidad, que terminó por dejar trunca su carrera, estar en el HoF es un reconocimiento que puede y debe tener.
Toda la información estadística ha sido extraida de Pro Football Reference
Desde hace algunos años me podés encontrar en NFL Argentina en Twitter comentando partidos, y ahora me sumo a No Huddle para aportar mi granito de arena y ayudar a convertirlo en el medio líder en el deporte. Me volví aficionado al fútbol americano por casualidad, cuando me topé con el Super Bowl XLVI mientras hacía zapping una noche de verano. Tras aquel partido, comencé a seguir a los Patriots, a quienes les tuve simpatía porque perdieron en esa oportunidad. Pensé que era una buena opción, hasta que poco después me enteré que eran los más ganadores del momento... terminó siendo una gran decisión.