Fix the franchise: Houston Texans

23 de Febrero de 2021
Nick Caserio, en su conferencia introductoria. Frente a la posible salida de Deshaun Watson, el flamante GM deberá adoptar una nueva estrategia para los tiempos turbulentos que se viven en Houston. / Foto: Houston Texans

Ya entramos de lleno en modo offseason, pero la NFL no nos da descanso. Por esa razón es que iniciamos esta serie de notas en las que, como dice el título, intentaremos descifrar qué fue lo que no les funcionó a las franquicias la temporada pasada y, por qué no, también encontrar soluciones para mejorar en el corto y mediano plazo. Hoy: Houston Texans.

A la sombra de Dallas Cowboys dentro de su mismo estado, el otro equipo de la tierra de la estrella solitaria venía de un 2019 en donde había llegado a la postemporada. Allí, Houston sería eliminado por paliza frente a los eventuales campeones, Kansas City Chiefs. Con todo, el plantel venía de clasificarse a playoffs en cuatro de las últimas cinco campañas y tenían las piezas como para mantenerse como un contendiente sólido. Sin embargo, a tono con lo que fue el 2020, la última temporada le trajo a la franquicia unas sorpresas muy desagradables.

Houston, tenemos varios problemas

Pese a haber conseguido los mejores números de su carrera en 2020, la relación entre los Texans y Deshaun Watson está absolutamente rota. El mariscal ya ha pedido ser intercambiado a otra franquicia. / Foto: Charlie Riedel - Associated Press.

El año no pudo empezar peor para los fanáticos de los Texans: a unos días de comenzada la agencia libre, Bill O’Brien decidió intercambiar a DeAndre Hopkins y un pick de cuarta ronda de 2020 a los Arizona Cardinals por el corredor David Johnson, una selección de segunda ronda de 2020 y otra de cuarta ronda de 2021. La noticia causó desconcierto en todo el mundo de la NFL y ya se calificaba al trade como uno de los peores en la historia reciente.

La pandemia del coronavirus y sus secuelas afectaron a todos los equipos, pero parecería que Houston quedó peor parado. La defensa no solamente jugó a un nivel muy bajo, sino que también quedó golpeada por las lesiones y el protocolo de COVID: jugadores como Bernardrick McKinney y Justin Reid terminaron el año en IR, mientras que otros, como Whitney Mercilus y Eric Murray, pasaron por la lista de reserva/COVID.

En ofensiva, Deshaun Watson (con una nueva extensión de cuatro años y $156 millones) tuvo el mejor año de su carrera, pero rara vez pudo darse el lujo de recostarse en su defensa. Además, fue capturado en 49 ocasiones, la tercera mayor cantidad para un mariscal en la temporada. Will Fuller, Brandin Cooks (otra nueva adquisición) y Randall Cobb (caído en IR sobre el final del año) generaron la mayoría del yardaje aéreo del equipo, a la vez que David Johnson (quien también se perdió algunos partidos por lesión) hizo lo mismo en el rubro terrestre. Sin embargo, la ausencia de Hopkins se hizo notar con fuerza, especialmente en esas situaciones en donde podría haber dejado su marca con jugadas importantes.

Estos factores pueden servir para entender el año calamitoso de los Texans, quienes tuvieron un inicio de temporada brutal. Tras sufrir derrotas en los cuatro primeros partidos, Cal McNair, uno de los dueños del equipo, decidió despedir a O’Brien. Romeo Crennel, el coordinador defensivo, asumió como HC interino y, si bien pudo conseguir la primera victoria de manera inmediata, poco pudo hacer para enderezar la nave. Tampoco ayudó a la franquicia que, a falta de cinco juegos, Fuller y Bradley Roby, dos titulares importantes, sufrieran una suspensión de seis juegos por violar la política contra sustancias que mejoran el rendimiento. Así, Houston terminaría el año con marca de 4-12, aunque 10 de las 12 derrotas fueron contra equipos que clasificaron a playoffs (incluyendo a los Titans y Colts, sus rivales de división).

El descontento entre varios jugadores, presente durante la temporada, estalló tras su finalización. J.J. Watt, uno de los mejores defensivos de la liga y quien ya había cuestionado la mentalidad del equipo en los últimos partidos, pidió ser cortado. La franquicia decidió aceptar el pedido del jugador, a la vez que la movida significó un ahorro de $17,5 millones en el tope salarial.

Watson, quien ya estaba descontento por la ida de Hopkins, recibió promesas de que estaría en un consejo de notables encargado de elegir al nuevo GM y al entrenador en jefe. No obstante, esa declaración de la gerencia, así como la lista de candidatos a HC propuesta por él, cayeron en saco roto y contrataron a David Culley, HC asistente y encargado de receptores y del juego aéreo de Baltimore, para ser el nuevo mandamás de los Texans. A su vez, Nick Caserio llegó de New England para asumir como gerente general. A raíz de ello, el vínculo entre la franquicia y su mariscal estrella finalmente se cortó y, en consecuencia, Deshaun pidió ser intercambiado.

Tanto Culley como Caserio asumieron sus cargos en medio de un descalabro de proporciones colosales. Solo el tiempo dirá si serán capaces de poder sortear todos los obstáculos que tienen por delante.  

Agencia libre

Cuando comience el nuevo año en marzo, los Texans van a tener varias áreas de necesidad. Sobresale la defensa, que se verá impactada con varias bajas. En especial, tres cornerbacks (Phillip Gaines, Vernon Hargreaves y Gareon Conley) serán agentes libres y Houston deberá cubrir urgentemente esta posición para mejorar a la unidad que menos turnovers consiguió en 2020 (apenas nueve). A su vez, la salida de J.J. Watt también genera la necesidad de buscar un pass rusher adicional, aunque éste posiblemente no pueda suplir por completo la producción que Watt solía brindar.

En ataque, y al margen de lo que termine sucediendo con Watson, a Fuller se le termina el contrato en unos pocos días y los Texans harían bien en buscar la forma de mantenerlo, o bien conseguir a otro receptor que haga un tándem efectivo con Brandin Cooks. Y en la línea ofensiva, solamente Laremy Tunsil es el número puesto de ese grupo. Cualquier mejora servirá para brindarle mayor protección a Watson (o al mariscal que termine siendo titular), a la vez que ayudará a un juego terrestre que fue el segundo peor en la NFL el año pasado.

La buena noticia para la franquicia es que, en esta agencia libre, una buena cantidad de jugadores en las posiciones de necesidad estarán disponibles, con lo cual habrá una variedad interesante de opciones a considerar. El inconveniente con el que se enfrenta Caserio es el del tope salarial. Over the Cap proyecta que los Texans tendrán una magra suma de casi seis millones de dólares para atraer refuerzos, de modo que deberán realizar varias movidas adicionales para liberar más espacio.

Draft

Esta es una de las áreas en donde se pueden apreciar los efectos de la gestión de O’Brien como GM en los últimos años. Actualmente Houston no tiene selecciones de primera y segunda ronda en el draft, ya que fueron parte de pago en el mega intercambio por el que llegaron Laremy Tunsil y Kenny Stills al equipo (quien, dicho sea de paso, fue cortado a fines de noviembre). Sin la capacidad de conseguir talento de impacto en las primeras dos rondas, los Texans están limitados en esta área.

Sin embargo, hay solo una forma de poder cubrir el hueco ya mencionado, y es algo que Caserio no quisiera llevar a cabo: intercambiar a Deshaun Watson. Lo cierto es que el QB ya no quiere saber nada con el equipo, y aún si la franquicia siguiera insistiendo con que el ex Clemson continuará siendo su mariscal, cuanto antes puedan concretar la operación, mejor será el retorno.

Si efectivamente se lleva a cabo el trade, del que se viene informando que los Jets, con dos selecciones de primera ronda, son el candidato más atractivo, Caserio definitivamente deberá considerar al puesto de mariscal como la posición crítica a reforzar en el draft. Y si se consuma el traspaso con la franquicia de New York, entonces Houston tendrá prácticamente garantizado el poder elegir a cualquier quarterback que no se llame Trevor Lawrence.

Un detalle a tener en cuenta es el timing del posible intercambio. Según Spotrac, si Watson es intercambiado antes del 1° de junio, el dead cap será de $21.6 millones para 2021, además de perder $5.66 millones en el tope salarial. Si en cambio se hace con posterioridad a esta fecha, el dead cap se distribuirá entre 2021 ($5.4 millones) y 2022 ($16.2 millones) y habrá un ahorro de $10.54 millones. Caserio deberá sopesar cuidadosamente todas las alternativas posibles antes de tomar la decisión final. Y no es para menos: el futuro de la franquicia está en juego.

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Nicolás Pérez

Nicolás Pérez

Desde hace algunos años me podés encontrar en NFL Argentina en Twitter comentando partidos, y ahora me sumo a No Huddle para aportar mi granito de arena y ayudar a convertirlo en el medio líder en el deporte. Me volví aficionado al fútbol americano por casualidad, cuando me topé con el Super Bowl XLVI mientras hacía zapping una noche de verano. Tras aquel partido, comencé a seguir a los Patriots, a quienes les tuve simpatía porque perdieron en esa oportunidad. Pensé que era una buena opción, hasta que poco después me enteré que eran los más ganadores del momento... terminó siendo una gran decisión.