Si esto es todo… ¡Muchas gracias, Big Ben!

18 de Enero de 2022
Roethlisberger en su último partido en Pittsburgh. / Foto: Reuters

Tal vez la parte más difícil dentro de la ya compleja labor periodística es tratar de poner en palabras aquellas cosas que nos llegan a la fibra íntima, y que pueden nublarnos de la capacidad de valorar de manera objetiva una persona, una carrera o un legado.

Es por eso que tal vez cueste hallar las palabras para despedir a un jugador que, en época donde las relaciones son efímeras y los héroes ya no existen, se encargó de ganarse en buena ley el mote de ídolo, no solo en la ciudad que representó, sino también en muchos fanáticos del fútbol americano.

Ben Roethlisberger probablemente nos dio su última función en la derrota de Pittsburgh Steelers ante Kansas City Chiefs, dando fin a una trayectoria ligada al éxito, incluso en una ciudad donde este es la moneda con la que uno se gana el sueldo.

Big Ben vivirá en la memoria de Pittsburgh Steelers

Con el puesto número 11 del Draft del 2004, los Steelers seleccionaron a un chico de tan solo 22 años de la Universidad de Miami en Ohio, apostando en él su futuro y comprometiéndolo (y, por qué no, presionándolo) a jugar para una franquicia donde ‘el estándar’, un término que existía mucho antes de Mike Tomlin, era llevarse a casa el Super Bowl.

Pittsburgh llevaba una sequía larga sin campeonatos y aquel equipo de los 90’ que había vuelto a ilusionar a todos en la ciudad había quedado ya atrás. La era Tomlin aún no había comenzado, y los Steelers debían darle a una defensa que jugaba con la identidad de siempre un líder que pudiese darles lo que les faltaba.

Desde temprano, Roethlisberger tomó el rol para el cual se lo trajo. Apoyado en una defensiva feroz y un ataque que supo adaptarse a sus capacidades, Big Ben demostró enseguida que era la cara de la franquicia, con momentos memorables como su campaña de novato, donde se fue invicto en los 13 juegos donde fue titular.

A partir de allí, se le otorgaron las llaves de la ofensiva y de la franquicia, guiándolos, en su segunda temporada, a la primera victoria de los Steelers en un Super Bowl desde 1980. Roethlisberger aún no había nacido la última vez que Pittsburgh se había logrado alzar con el Trofeo Vince Lombardi.

Roethlisberger en su primer Super Bowl. / Foto: Getty Images

Tal vez la falta de atleticismo, cualidad inexcusable en el mariscal moderno, hizo que su presencia en el emparrillado tenga una pizca de mística, solo reservada para aquellos QBs capaces de cargar con un equipo, independientemente del personal que los rodee, tanto dentro como fuera del campo.

Sus movimientos dentro del bolsillo, su manera de escapar de la presión digna de un baile de tango, la mano izquierda siempre atenta para abrirse espacios donde nos los había o el cañón oculto de su brazo derecho serán elementos difíciles de olvidar en la ciudad de Pittsburgh.

Pero de victorias se trata este deporte, como cualquier otro, y el Big Ben consiguió su segundo anillo en una temporada donde los Steelers, a pesar de ser de los favoritos, no jugaron como tales hasta el último encuentro del año.

En la retina de todo ‘Yinzer’, termino acuñado para los fanáticos deportivos de la ciudad del acero, estará ese Super Bowl XLIII, y en particular, el pase para anotación a Santonio Holmes sobre el final del partido, el cual será juzgado por ustedes lectores, seguramente, como una de las jugadas más espectaculares del evento máximo del fútbol americano.

Y dentro de los éxitos, algunos no tuvieron anillos. Una de las ofensivas más efectivas de la historia de la NFL fue la que Ben, ya cargado de experiencia y conocedor de su talento, formó por varias temporadas con el corredor Le’Veon Bell y el receptor Antonio Brown. Para aquellos más jóvenes, entenderemos al ciento por ciento si fueron ellos quienes, con su dinámica y flexibilidad del ataque, los hicieron enamorar de este deporte y, porque no, de los Steelers.

Todo lo que sube tiene que bajar

Cuando una figura se vuelve tan grande que muta su forma a ídolo, a veces la propia humanidad, su ganado ego o la inevitable arrogancia manchan las hojas de un libro escrito por un premiado dramaturgo. Big Ben no fue la excepción.

Las acusaciones por abuso sexual y la posterior suspensión de la liga por esta conducta, la derrota en el Super Bowl XLV ante Green Bay Packers, antecedentes de adicciones y parte de la culpa del abismo ofensivo de las últimas cinco temporadas en Pittsburgh también forman parte de su carrera, y no deben ser dejados de lado.

A Canton en la primera boleta

Big Ben en su último tiempo en Pittsburgh. / Foto: Steelers.com

Si de sentimentalismos se tratase, Big Ben debería ser lo que se conoce como un first ballot Hall of Fame. Pero para ser inmortalizado en Canton, OH se requiere de un análisis mucho más amplio de la carrera de un jugador, al punto tal que excelentes jugadores no tienen su lugar en el Salón de la Fama.

Entonces, vamos a lo estadístico. A los dos anillos, sumemos el premio al Novato del Año en 2004, Top 10 en la historia de la NFL en yardas aéreas, anotaciones y rating de pasador, el primer jugador en tirar para 500 yardas y el dueño (solitario o en compartido) de 52 récords con los Pittsburgh Steelers. 163 victorias como titular (quinto QB con más triunfos), de las cuales 52 vinieron en el último drive (cuarto en la tabla histórica).

Si de todo eso se tratase, hablamos de alguien que está en la conversación para definir los diez mejores mariscales de todos los tiempos. Un valor así sacará su boleto en el Salón de la Fama ni bien se la abra esa oportunidad.

Ben, si este es el fin, los fanáticos de Pittsburgh Steelers y la National Football League han disfrutado de una carrera brillante. Gracias por las memorias y sé feliz en tu retiro, nosotros ya te disfrutamos dentro del emparrillado.


Agustín Esposito

Agustín Esposito

Técnico Superior en Periodismo. Cubre la NFL desde 2018. Co-Founder, CEO y Director Periodístico de No Huddle, el medio más grande de fútbol americano en Sudamérica. Conduce Mates y Football y es editor principal de la página web.